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Galicia espallada

Unha recolleita da cultura galega

Literatura, historia, arte, música, gastronomía, galeguismo, tradicións, lendas, costumes, emigración

?memoria de Manuela Via? (1929-2013)

Dixo de Rosal? o seu home, Manuel Murgu?:




"Una verdadera noche reinaba en el cielo literario de Galicia. Los soldados andaban dispersos, los combates eManuel Murgu?ran imposibles. De todo aquel rumor, de todas aquellas esperanzas nacidas al calor de la revoluci? de julio, no quedaba m? que un eco, una esperanza que viv? y se manifestaba en las columnas de El Mi?, el peri?ico que de una manera m? decisiva influy?en los destinos de nuestro pa?. En ? se hab? refugiado cuanto conserv?amos de vivaz y fecundo, en ? se reflejaba el esp?itu de una generaci? que parec? haber tra?o al mundo como ?ica tarea la de crear una nueva Galicia y fecundar los g?menes de vida que este pueblo encierra. ?Se persegu? un imposible? No es f?il decirlo, aunque por mi parte aseguro que nadie cre? semejante cosa. Ten?n fe en la virtualidad de su obra: cre?n en sus milagros. El intentar la regeneraci? a que se aspiraba, era una prueba de que se iba a algo s?ido y durable. No se quer? morir sin haber combatido en aquel especial?imo torneo, en que la dama de nuestros pensamientos era la peque? patria. Y pues todo lo que vive se resiste a la muerte, se acept?la lucha, como una prueba de que a? viv?mos.

Cada uno escogi?su puesto, y nuestra escritora, que, como la mujer gala, segu? a los suyos al combate, conociendo que pod? ayudarles, se coloc?resueltamente en las primeras filas.

Como medio m? eficaz de volver a la vida a un pueblo que a fuerza de desgracias apenas s?ten? conciencia de s?mismo, trat?ase por todos de penetrar en sus limbos, iluminarlos con aquella luz necesaria, para que cuanto nos pertenece tomase cuerpo y fuese visible a los ojos de los dem?. El pasado con sus sombras, el presente con sus dudas y desalientos, cuanto hab? sido Galicia, cuanto lo era todav?, o pod? serlo, nos ped?n una mirada y un pensamiento. Sentiamos como por instinto que antes de nada era preciso rehabilitar el pa? gallego, realizar sus esperanzas y traducir en hechos lo que a? no hab? podido pasar de la categor? de tentativas m? o menos afortunadas. Esta direcci? puramente provincial, no era en verdad cosa nueva, pero tomaba en nuestras manos mayor fuerza. Por m? que pusi?emos en ello nuestra alma y nuestra sangre, otros antes hab?n querido lo que nosotros: no era la primera vez que se persegu?n tan nobles ideales, prueba de la vitalidad de los pensamientos que nos animaban. Si antes no se hab?n realizado, era porque hab? faltado la unidad en los trabajos, y una m? clara noci? en todos de la obra emprendida. As?result?est?il, pues s?o pod? ser fecunda siendo completa.

Las nuevas corrientes ten?n por lo tanto mayor eficacia, pues se dirig?n a un fin, claro, definido, concreto. Consagradas por el ?ito, alentadas por el doble inter? de la curiosidad y cari? con que eran recibidas por el pa?, se comprende que, pues la empresa era aceptada, fuese m? f?il. Todos quer?n poner su piedra en el templo que se levantaba y aportar a la obra com? su esfuerzo o su sacrificio.

Nunca por lo tanto se sent?n m? vivamente esos deseos, ni tomaban m? cuerpo, ni eran m? firmes tan nobles prop?itos, comno cuando, lejos de la patria, y en medio de las soledades castellanas, se pensaba en los campos paternos y se cre?n ver los horizontes que los limitan. As?era, que entre los ausentes se hablaba de ellos como los profetas super flumina Babilonis. Pensad ahora qu? pasar? en el coraz? de una enferma joven y sola, que habiendo dejado en Galicia a la madre y a la hija, se sent? de nuevo languidecer y morir bajo el cielo para ella siempre inhospitalario de la Espa? central.

Era una templada tarde de los primeros d?s de la primavera castellana. El sol iluminaba la vasta extensi?, el aire era puro y tibio, apenas se le sent? pasar como un suspiro. Las plantas en germen exhalaban los aromas que anuncian los hermosos d?s: el cielo era claro y trasparente, el temple suave, los horizontes dilatados; s?o faltaban para animar aquel cuadro los ?boles, nuestros amados ?boles, las ondas cristalinas, los perfumes de los prados y sus verdes intensos, los ruidos de que est? poblados los valles y las colinas gallegas. Nos rodeaba la desolada estepa, sin una sinuosidad que rompiese la l?ea igual y extensa, sin m? tonos que los calientes y enteros propios de aquellas llanuras. S?o all? al fondo, el viejo Guadarrama, en cuya cima blanqueaba la nieve, recortaba el horizonte que los ?timos rayos de sol encend?n y hermoseaban.

Contemplando este cuadro, y recordando en presencia de semejantes esterilidades, la exuberancia de los campos gallegos, sinti?nuestra escritora la necesidad de escribir y publicar un libro en que se reflejasen con toda su poes? y pureza, los paisajes y la vida entera de la gente de nuestro pa?. Y queriendo romper con cuanto le rodeaba y le era tan poco acepto, prometiese a s?misma escribirlo en lengua materna. Y aquella misma noche, presa el alma de las profundas tristezas de quien, sin tocar en sus veinticuatro a?s, se cre? ya con un pie en el sepulcro; sospechando que ya no volver? a ver de nuevo el cielo de la triste Compostela, bajo el cual le aguardaban, traz?con mano r?ida y con la brevedad de la improvisaci?, aquellos versos tan tristes y tan hermosos que llevan por glosa la canci? popular m? en consonancia con el estado de su esp?itu, Adi? r?s, adi? fontes, versos que vieron entonces la luz en El Museo Universal.

Tal fue el origen de un libro que tan especial influjo ejerci?en la literatura gallega contempor?ea. Hijo del exaltado amor del pa?, concebido en hora de la m? honda melancol?, reflej?en sus p?inas algo de lo inocente y juvenil de un alma que no hab? vivido a? y la amargura de los que no esperan vivir muchos d?s y est? perpetuamente con un pie en lo insondable.

?Ella como ning? otro!... porque prepar?dose a acometer su empresa, sinti?que se recrudec?n sus males y que se hallaba m? cerca que nunca del sepulcro. Tal vez deseaba ya penetrar en sus tinieblas y que acabasen para siempre las incertidumbres que la ten?n constantemente esperando su fin. Tal vez ansiaba aquel momento en que, como al irland? que sucumbe en las soledades del Nuevo Mundo, se le dijese al enterrarla:

-?Ea! ?vu?vete a Galicia! ?vu?vete a tu patria!

Porque lo cierto era que lejos de su tierra se sent? acabar sin remedio.

Fue, pues, necesario volver al pa?. S?o los aires natales pod?n salvarla. Y en su busca vino confiada, cuando todos cre?n que ya no ver? caer m? hojas que las que empezaban a brotar en los ?boles de las avenidas, gratas a su coraz? y a sus ojos, tan pobladas para nosotros de los m? dulces y santos recuerdos. Mas ?ay! que otras cosas queridas vio caer antes para no levantarse m?, pues a poco de llegar a su casa, su madre muri?de golpe en sus brazos y cuando menos lo esper?amos. Aquel coraz?, herido por tantas ausencias, quebrose al fin al peso de los antiguos sufrimientos. Dios no quiso negarla el supremo favor de que la hija m? que amada, estuviese a su lado para recoger su ?timo suspiro y la mirada postrera.

Este dolor de los dolores fue para ella profundo e inapagable. Como Leopardi, pod? decir tambi?, "que el mal que la habla privado del uso de la vida, no le daba siquiera la esperanza de la muerte", pues ni llegaba el consuelo, ni el olvido era posible, ni acababa de romperse el fr?il vaso de su existencia. Al fin triunf?la juventucl y goz?algunas horas de paz; mas apenas s?dirig? a sus sue?s de otros d?s una mirada indiferente. El proyecto que abrigaba de consagrar a Galicia las primicias de su musa, pod? darse por abandonado, pues nunca como entonces se sinti?m? dispuesta a sepultarse por completo y para siempre en la oscuridad del hogar y vivir en sus apacibles quietudes. No abrigando deseo alguno de gloria, ?para qu?escribir?, se dec?. Y en verdad que para interrumpir aquel hondo silencio, para dar vida a los muertos de entonces, parece como que se necesitaba algo m? que la voz de una mujer y los acentos de una musa doblemente femenina.

Pero fue as? Impreso el primer pliego de los Cantares, sin que de ello tuviese noticia, viose obligada a escribir el resto del libro a medida que las cajas demandaban original. Aprisa, sin dar tiempo a que secasen las cuartillas, sin corregir ni leer al d? siguiente lo escrito la v?pera, fecunda, abundante, espont?ea sobre toda ponderaci?, fue dando, hoy una, ma?na otra, la mayor parte de las composiciones que forman aquel peque? volumen. De un solo golpe y casi sin levantar la pluma del papel, escribi?las sesenta octavas del Cuento de Vidal. Pastor D?z, a quien la muerte no permiti?escribir las p?inas que deb?n precederles, aseguraba no haber le?o nada m? corriente, ni m? puro, que aquellos versos. A?d?, que se complacer? en decirlo as? Que le agradaba aquella nueva aurora y aquel fresco aire de la patria, que ven? encerrado en las estrofas m? completamente populares a hablarle de los floridos campos de Galicia. Que as?como al frente de las poes?s de Zorrilla hab? hecho la defensa del romanticismo -por ? inaugurado antes, en su celda de colegial- har? el elogio del movimiento provincial, que tantas cosas nuevas tra? a la superficie, que tantas y tan nobles revelaciones hac? y del cual hab? tenido, as?como una visi? y un presentimiento. Porque aquel gran hombre de Estado, a quien no agradaba la unidad de Italia, casualmente porque romp? tradiciones y deshac? pueblos, aseguraba que las provincias espa?las estaban destinadas -por la gran diversidad de su sangre- a reconstruirse y recobrar su fisonom? en un per?do no muy lejano. Contra lo que algunos esp?itus superficiales aseguran, sosten? que la tendencia a crear la peque? patria es lo que ha de salvar de un completo aniquilamiento a cuanto hay de vital en los pueblos europeos. Es lo ?ico vivaz y original que posee la sociedad moderna, atacada como ninguna otra, del mal nivelador de la unidad y de la centralizaci?.

Pero lo que m? le agradaba era ver escrito el libro en aquel dulc?imo dialecto que hab? hablado en su ni?z. Ponderaba sobre manera hallarle despojado de las voces b?baras y giros os prosaicos con que tantos mancharon la lengua y la poes? gallega. Los versos cadenciosos y f?iles se hermanaban al fin con una dicci? propia y sin afectaci? ni pretensi? alguna, tan conforme con la ?dole de los asuntos y que se parec? a la corriente de un r?, cuando arrastra con rapidez lo que se conf? a sus ondas. Hasta entonces nadie hab? hablado nuestra lengua con m? pureza ni mejor acierto. Nuestro idioma sal? de sus labios completo y hecho, tanto que si los cantares populares que glosa no fuesen en bastardilla, nadie sabr? distinguirlos de los que se deb?n a su inspiraci?. He aqu?la verdadera piedra de toque en que se ha de avaliar lo castizo de su lenguaje, no empleado todav? en la producci? literaria. El d? en que un completo conocimiento de la poes? popular haga posibles tales comparaciones, se ver?que nuestra escritora, no s?o ten? el instinto, el candor y la expresi? de los sentimientos populares, sino que hablaba la lengua de su pueblo, con la misma sencillez y afecto que nuestro perdido cancionero.

Rosal? de Castro ?Hizo bien en emplear el gallego en un libro destinado a describir los paisajes, las costumbres, las supersticiones, en una palabra, las cosas de Galicia y de sus gentes? Hay quien lo duda, por creer la cosa hija de un pasajero capricho y no de un movimiento reflexivo; porque se piensa que el empleo de los dialectos (1) es un retroceso; porque se teme a cuanto habla a la provincia de lo que ha perdido, y en fin, porque hay muchos que no les importa sacrificar al Moloch moderno, la centralizaci?, estas peque?s agrupaciones al parecer tan insignificantes y est?iles, que teniendo una historia, una ley, una lengua y una raza, conservan todav? todos los elementos constitutivos de un estado. ?Adem? se habla de la patria! ...

 Con s?o recordar, que entre todas, la idea y noci? de la patria es la menos susceptible deluna verdadera definici?, queda indicado cuan dif?il ser?dar a entender con la claridad -debida, lo que sea semejante entidad. Fijando la mirada en el sereno horizonte, viendo c?o tiemblan al paso del viento los sauces que crecen a orillas de su r?, y c?o la peque? colina cierra el paso a los hombres y a los rumores lejanos, el campesino -como el cruzado que a cada ciudad que ve? preguntaba a su amo: "Se?r, ?no es esta Jerusalem?"- abarcando con una mirada los l?ites de su aldea, puede preguntarse: -?No es esta mi patria?

Pues bien, a despecho de todo, eso se dicen hoy las provincias, y muy en especial las de lenguaje propio; lo mismo en Espa? que en Francia, en Italia que en Austria, en Rusia que en Inglaterra. El poeta, que es siempre el que anuncia la buena nueva y consagra sus triunfos, no se niega a la resurrecci? de esos pueblos, no muertos sino olvidados, antes la inicia, la proclama y santifica, poni?dose al servicio de tan nueva causa. ?Novus rerum nascitur ordo! se dicen, repitiendo las prof?icas palabras de su maestro Virgilio.

No hizo otra cosa nuestra autora, herida por las injusticias de que era v?tima su pa?. A su voz de inspirada, hizo surgir cuanto era de Galicia y recobrar su antiguo predominio. Lo popular, lo primero: ?y qu?m? propio y m? ?timo que sus sentimientos y su lengua? La que tan joven fue ensalzada por haber refrescado la poes? en las pur?imas ondas de la inspiraci? popular, y abierto a la l?ica espa?la un nuevo camino , ?por qu?se la ha de negar el derecho de levantar de su postraci? el habla materna y colocarla a la altura de una lengua literaria? ?Se entiende acaso que todos son, a poco que lo intenten, capaces de llevar a cabo tan grandes, tan gloriosas resurrecciones?

Se dijo de los Cantares que si los poetas se agrupasen por familias, su autora deb? formar al lado de Roberto Burns, en la de los poetas populares: y cuanto fue cuesti? de Follas Novas, sef?l?e su parentesco con H. Heine. ?Hay en ello contradicci?? No en verdad. Cada libro pertenece a una ?oca de su vida y responde a un estado de su esp?itu. En el primero, lo objetivo llena y alimenta unas p?inas consagradas por completo a la descripci? del pa? y a ser la fiel expresi? de las costumbres y sentimientos de su gente. En el ?timo, lo subjetivo recobra todos sus derechos y se muestra tan poderoso, que mereci?por ello ser considerada como un insigne poeta l?ico, y en especial como un gran elegiaco. Pero en uno y otro libro resulta una personalidad y se ve un fin. Complet?dose, dan realizada la obra de redenci? que se propuso la autora, por mas que ya en los Cantares se halle resuelta.

Y en verdad que sin la precipitaci? con que fue escrito este libro, cegadas ciertas lagunas  y dispuestas y enlazadas las compos?iones de un modo tal que formasen un todo correlativo, como as?lo hab? pensado, hubi?amos tenido desde entonces un afortunado equivalente de Mireya, sin la monoton? que imprime a esta obra la combinaci? m?rica usada por el poeta de la Provenza y sin los inconvenientes de una acci? a cuyo relieve y movimiento se sacrifican a veces detalles y rasgos, que no est?bien pasar en silencio cuando se trata -de dar a conocer el elemento po?ico de un pueblo cualquiera. Por fortuna, pudo bien pronto completar y terminar en Follas Novas la obra intentada, y esto con tal fuerza y de un modo tal, que hasta en las poes?s m? personales y en que los sentimientos de la autora se presentan con toda su energ? y exclusivismo, ha podido ver la cr?ica un modo delicado y nuevo de contar las penas que afligen a Galicia y su gente campesina. ?De tanta vida est? dotadas las ardientes estrofas, y de tal modo el poeta ha sabido confundir y amalgamar sus propios sentimientos y dolores con los de la regi? cuyas bellezas describe y cuyas desgracias cuenta!

El ?ito alcanzado por los Cantares fue grande, en especial fuera del pa? para el cual hab?n sido escritos. Todav? dura, pero m? que en otro sitio en Catalu?. Dir?se que era un libro suyo. Sus cr?icos le dedicaron extensos art?ulos, sus poetas tradujeron la mayor parte de las composiciones. Era natural que as?sucediese. Inici?ase para Galicia en los Cantares el movimiento que all?estaban llevando a cumplido t?mino. Era un soldado que ven? a combatir en sus filas: ya no se pod? decir que s?o de labios catalanes sal? la protesta.

Las m?tiples y entusiastas felicitaciones que con tal motivo recibi?de aquella tierra de hombres libres, contrastaban dolorosamente con los profundos silencios de otras gentes.

Vano era el indisputable triunfo, in?iles los aplausos recogidos bajo otros cielos. El desencanto la hubiera ganado, hubiera dudado de su obra y de s? misma, si no estuviera convencida de que hab?n de pasar a?s, antes que la semilla arrojada en el surco, pudiese germinar, crecer ondular al paso de los vientos propicios y por fin madurar la espiga a los rayos de un sol de libertad".

Manuel Murgu?

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FONTES DE INFORMACI?:

"Follas Novas" , Rosal? de Castro, Edici? de H. Monteagudo e Dolores Vilavedra, Editorial Galaxia, 1993.

Especial Letras Galegas Ano 2000, Manuel Murgu?,  publicado polo xornal "O Correo Galego".

"Galicia 2001", editado pola Xunta de Galicia.

www.letrasgalegas.org