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Galicia espallada

Unha recolleita da cultura galega

Literatura, historia, arte, música, gastronomía, galeguismo, tradicións, lendas, costumes, emigración

?memoria de Manuela Via? (1929-2013)

Camilo Jos?Cela

camilo Jos?CelaLa colmena

Fragmentos:

Don Roque se queda preocupado.
—A m?que no me digan; esto no es serio.
Do? Visi se siente un poco en la obligaci? de disculparse ante su amiga.
—?No tiene usted fr?, Montserrat? ?Esta casa est?algunos d?s heladora!
—No, por Dios, Visitaci?; aqu?se est?muy bien. Tienen ustedes una casa muy grata, con mucho confort, como dicen los ingleses.
—Graciac, Montserrat. Usted siempre tan amable.
Do? Visi sonri?y empez?a buscar su nombre en la lista. Do? Montserrat, alta, hombruna, huesuda, desgarbada, bigotuda, algo premiosa en el hablar y miope, se cal?los impertinentes.
Efectivamente, como aseguraba do? Visi, en la ?tima p?ina de "El querub? misionero", aparec? su nombre y el de sus tres hijas.
"Do? Visitaci? Leclerc de Mois?, por bautizar dos chinitos con los nombres de Ignacio y Francisco Javier, 10 pesetas. La se?rita Julita Mois? Leclerc, por bautizar un chinito con el nombre de Ventura, 5 pesetas. La se?rita Visitaci? Mois? Leclerc, por bautizar un chinito con el nombre de Manuel, 5 pesetas. La se?rita Esperanza Mois? Leclerc, por bautizar un chinito con el nombre de Agust?, 5 pesetas."
—?Eh? ?Qu?te parece?
Do? Montserrat asiente, obsequiosa.
—Pues que muy bien me parece a m?todo esto, pero que muy bien. ?Hay que hacer tanta labor! Asusta pensar los millones de infieles que hay todav? que convertir. Los pa?es de los infieles, deben estar llenos como hormigueros.
—?Ya lo creo! ?Con lo monos que son los chinitos chiquitines! Si nosotras no nos priv?emos de alguna cosilla, se iban todos al limbo de cabeza. A pesar de nuestros pobres esfuerzos, el limbo tiene que estar abarrotado de chinos, ?no cree usted?
-?Ya, ya!
—Da grima s?o pensarlo. ?Mire usted que es maldici? la que pesa sobre los chinos! Todos paseando por all? encerrados sin saber qu?hacer...
—?Es espantoso!
—?Y los peque?tos, mujer, los que no saben andar, que estar? siempre parados como gusanines en el mismo sitio?
—Verdaderamente.
—Muchas gracias tenemos que dar a Dios por haber nacido espa?las. Si hubi?amos nacido en China, a lo mejor nuestros hijos se iban al limbo sin remisi?. ?Tener hijos para eso! ?Con lo que una sufre para tenerlos y con la guerra que dan de chicos!
Do? Visi suspira con ternura.
—?Pobres hijas, qu?ajenas est? al peligro que corrieron! Menos mal que nacieron en Espa?, ?pero mire usted que si llegan a nacer en China! Igual les pudo pasar, ?verdad, usted?


Los vecinos de la difunta do? Margot est? reunidos en casa de don Ibrahim. S?o faltan don Leoncio Maestre, que est?preso por orden del juez; el vecino del entresuelo D, don Antonio Jare?, empleado de "Wagons-Lits", que est?de viaje; el del 2? B, don Ignacio Gald?ano, que el pobre est?loco, y el hijo de la finada, don Juli? Su?ez, que nadie sabe donde pueda estar. En el principal A hay una academia donde no vive nadie. De los dem? no falta ni uno solo; est? todos muy impresionados con lo ocurrido, y atendieron en el acto el requerimiento de don Ibrahim para tener un cambio de impresiones.
En la casa de don Ibrahim, que no era grande, casi no cab?n los convocados, y la mayor parte se tuvo que quedar de pie, apoyados en la pared y en los muebles, como en los velatorios.
 

....

Alg? hombre ya metido en a?s cuenta a gritos la broma que le gast? va ya para el medio siglo, a Madame Piment?.
—La muy imb?il se cre? que me la iba a dar. S? s?.. ?Estaba lista! La invit? a unos blancos y al salir se rompi?la cara contra la puerta. ?Ja, ja! Echaba sangre como un becerro. Dec?: "Oh, la, la; oh, la, la", y se march?escupiendo las tripas. ?Pobre desgraciada, andaba siempre bebida! ?Bien mirado, hasta daba risa!
Algunas caras, desde las pr?imas mesas, lo miran casi con envidia. Son las caras de las gentes que sonre?n en paz, con beatitud, en esos instantes en que, casi sin darse cuenta, llegan a no pensar en nada. La gente es cobista por estupidez y, a veces, sonr?n aunque en el fondo de su alma sientan una repugnancia inmensa, una repugnancia que casi no pueden contener. Por coba se puede llegar hasta el asesinato; seguramente que ha habido m? de un crimen que se haya hecho por quedar bien, por dar coba a alguien.

—A todos estos mangantes hay que tratarlos asi; las personas decentes no podemos dejar que se nos suban a las barbas. ?Ya lo dec? mi padre! ?Quieres uvas? Pues entra por uvas. ?Ja, ja! ?La muy zorrupia no volvi?a arrimar por all?
Corre por entre las mesas un gato gordo, reluciente; un gato lleno de salud y de bienestar; un gato orondo y presuntuoso. Se mete entre las piernas de una se?ra, y la se?ra se sobresalta.
—?Gato del diablo! ?Largo de aqu?
El hombre de la historia le sonr? con dulzura.
—Pero, se?ra, ?pobre gato! ?Qu?mal le hac? a usted?